Paseando (libre)

Caminaba tranquila por el castillo. La verdad es que últimamente no tenía ganas de nada. Dolor. Tedio. La eterna sensación de vivir encerrada en cuatro paredes. Jamás, en todos los años que he estado aquí, me había pasado esto. Pero claro, entonces Alec y yo... Hice un esfuerzo por no pensar en eso ahora. Jamás iba a olvidarlo si no pensaba en otra cosa. Nunca más, Jane.
Fue entonces cuando me di cuenta de que por ahí rondaba también Sulpicia. Hacía mucho que no hablaba con ella y sí que me apetecía verla, aunque un temor me atacó de pronto. ¿Y si sabe ya lo de yo y mi hermano? Desde que todo este rollo comenzó, no he dejado de rondarle a ese asunto. ¿Y si Aro se enteró ya? ¿Y si no está de acuerdo? ¿Y si...? No me atrevía a pensar en esa posibilidad.
Aun así, caminé decidida al encuentro de mi señora. Quizá fuera un miembro de su guardia, pero yo más que una jefa la consideraba una amiga, casi hasta una madre. Y la echaba de menos.
La encontré y la saludé diciendo:
- Buenas noches, Sulpicia -y le mostré una de mis medias sonrisas.

Me sentí algo extrañada cuando me dio aquel abrazo... Aunque fue en ese instante cuando me di cuenta de hasta qué punto la necesitaba. En efecto, ella era lo más parecido a una madre que jamás había tenido.
- Pues... -ya había mentido, o por lo menos intentado mentir a los otros miembros de la guardia... Pero, ¿Sulpicia? No, a ella era incapaz de engañarla-, pues mal, Sulpicia. Todo está mal. -me coloqué una mano en la frente. Aquello era tan duro y, sobretodo, tan nuevo para mí...